CAPITULO 3 (3/8)
- Llegas tarde Dani! - Jessica me recibió con una enorme sonrisa, lo cual agradecía, pero inmediatamente miró extrañada a mi cabeza - ¿Qué es lo que te ha pasado? ¡¡Nunca llegas con esas pintas!! ¿Es que no te has peinado esta mañana? o ¿has tenido algún pequeño percance? - mi secretaria preferida me miró burlona, su fina ironía siempre iba por los mismos derroteros. El pequeño percance al que se refería era la pregunta a si no me habían dejado dormir en toda la noche, si alguna chica había visitado mi cama. Adoraba a la pequeña Jessica, y ella me adoraba a mí, pero a veces me resultaba pesado el que se aliará con mis amigos para hacerme la vida imposible en cuanto al tema de buscar pareja se refería. A veces me preguntaba qué era lo que había hecho yo en otra vida para merecerme esto.
- Tranquila Jessica, sigues siendo mi chica. Ya sabes, llevo esperando años a que dejes al soso de tu novio y te cases conmigo. No hay nadie que me quite el sueño, de hecho esta noche he dormido mejor que bien. - esa frase me recordó en que estaba pensando cuando tuve el percance de la bici.
- ¡¡Venga ya!! - Jessica sonrió ampliamente, siempre lo hacía, siempre estaba de buen humor - entonces tendrás que decirme a que se debe ese desaliño que traes hoy contigo.
- Jessica, de verdad.... - me acerqué un poco a ella, como si quisiera susurrarle - me estas quitando la vida, no puedo pensar en nada más - le guiñé el ojo acompañando un mirada de seductor empedernido de película y sonreí y ella me giró la cara a modo de intentar un enfado. Pero ocultaba su risa divertida, una risa a la que respondí con otra - Nos vemos luego Jessica, voy a entregar mis dibujos.
- ¿Los que ya han visto toda la editorial? ¿Los que enviaste ayer por la noche?
- Exacto, pero no es lo mismo sin que el autor de tan magnificas ilustraciones haga acto de presencia. - me alejé sonriendo, intuía que mi trabajo había gustado tanto como yo esperaba. Me sentía francamente satisfecho de los dibujos que había hecho. Piqué a la puerta del despacho donde me esperaban, y abrí la puerta en cuanto me dieron paso.
- ¡Hombreee!, ¡Daniel!, por fin te tenemos aquí. Y por primera vez desde que nos conocemos con un poco de retraso. ¿Ha ocurrido algo? o ¿hemos de suponer que también eres humano y a veces también te duermes?- mi cliente, el jefe de la sección de libros infantiles de la editorial para la que trabaja, era bastante comprensivo con según qué temas, muy diferente a otros clientes de otras editoriales que siempre gruñían por cualquier motivo. En concreto pensaba en exactamente uno, pero hoy estaba delante de Tomeu, uno de los clientes con quien más a gusto trabajaba y por supuesto con quien más gratificante me resultaba mi trabajo.
-Nada importante Tomeu, un pequeño percance con la bici, casi me atropellan por un despiste mío. - Tomeu me miró con cara de preocupación y me adelanté a su pregunta - estoy bien, no ha sido nada, apenas unos rasguños. Lo peor es el susto y el tiempo que he perdido dejando la bici en el parking y alquilando otra para venir aquí. Espero que no te importe este pequeño retraso.
- Tranquilo, mientras tú estés bien, no hay problema. De igual forma la entrega ya la hiciste ayer por la noche. Y tengo que decirte, que esta vez nos has sorprendido. Pero siéntate, siéntate, hablemos con más calma. - respondí a su petición y me senté en uno de los sillones para las visitas. Enfrente de su enorme mesa de roble, y con él sentado en un sillón de cuero negro, con reposa cabeza. - Tengo que confesar que cuando nos dijiste que querías darle un toque más moderno a los libros nos embargó una sensación de inquietud. No sabíamos a ciencia cierta si tus ideas iban a ser un tanto demasiado innovadoras para unos cuentos clásicos. Pero tus dibujos, cuando los hemos visto esta mañana a primera hora... nos han encantado. Cierto es que ya nos habías pasado los bocetos para que tuviéramos una idea de lo que pretendías, pero las expectativas las has superado con creces. Estamos muy contentos.
- Muchas gracias, realmente yo también estoy muy satisfecho con el trabajo. Cuando me propusiste ilustrar los cuentos clásicos de toda la vida, los cuentos con los que crecí me frustré un poco. Pero los releí atentamente y entonces supe que cuentos así son inmortales y de la misma forma que formaron parte de mi infancia tenía que hacer que la formaran también de las nuevas generaciones. No podíamos dejar estos cuentos en manos de la nostalgia, que fueran unos libros que solo compraran unos padres por enseñar a sus hijos que crecieron con ellos. Tenía que conseguir que esos mismos padres quisieran que sus hijos crecieran sintiendo esos libros como parte de su niñez. Y que esos niños los sintieran suyos, de su generación, no de la de sus padres. Hacerlos no solamente inmortales sino universales. - Exacto. Solo con la portada ya llamaremos la atención. Y solo hojearlos un poco ya se ve el toque de luz y color, la vitalidad que desprenden. Repito, estamos muy contentos.