domingo, 4 de octubre de 2009

CAPITULO 3 (6/8)

Ya casi eran las ocho de la tarde, había estado trabajando toda la tarde en otros dibujos que tenía por entregar la próxima semana y había empezado a echar una pequeña hojeada al libro del encargo de esa mañana. El tema que trataba no es que me fuera muy familiar ni atrayente, pero si conseguía meterme de lleno en la historia igual salía algo original y emotivo de mis creaciones.
Me dije que tenía que aparcar el tema del trabajo, al menos durante un rato, y me obligué a concentrarme en la muchacha con la que ese día había quedado. Me metí de nuevo en la ducha con muy pocas ganas porque las duchas con agua helada nunca habían sido lo mío. Salí tiritando, secándome a toda prisa con la toalla más grande que había encontrado por casa. Miré mi pierna izquierda, estaba bien, a pesar del percance de la mañana. A pesar de que sangró mucho, no era una herida muy profunda pero para más seguridad me acerqué a una farmacia a que me la miraran. Nada importante, me la desinfectaron bien y me la vendaron. Como me dolía un poco, me tomé un analgésico para evitar que el dolor se hiciera más intenso en plena velada.
Y ahora me encontraba delante del armario sin saber cómo vestirme. ¿Qué me ponía? ¿Tejanos? Igual era demasiado informal, pero al fin y al cabo yo más o menos siempre vestía con tejanos. Elegí unos tejanos negros y un jersey informal y juvenil. Cuando me miré al espejo me dije que estaba perfecto para el lugar al que íbamos. No desentonaba en absoluto.
Cogí mi cartera y comprobé el dinero que llevaba dentro. Todo estaba correcto.

Cuando llegué al restaurante eran ya casi las nueve de la noche e informé al metre que esperaba a una persona. La reserva estaba hecha a mi nombre, así que pedí que si preguntaban por mí, la acompañaran a la mesa, en previsión de que la chica en cuestión no tenía ni idea de cuál era mi aspecto físico.
Allí sentado, esperando, me sentí totalmente humillado. ¿Qué tendría que hacer ahora? ¿Esperar a que la chica me diera el visto bueno y no decidiera darme plantón? Ella claro estaba, jugaba con ventaja, porque podría verme antes de llegar a donde me encontraba. Por otra parte, no me importaba lo más mínimo si no se presentaba. Igual, incluso ni venía, ni siquiera se daría la oportunidad de verme antes de darse la vuelta y dejarme allí tirado. Pero algo me decía que sí lo haría, y en tal caso, estaba seguro de que vendría hasta la mesa con una enorme sonrisa de satisfacción y pensando en que su amiga tenía un muy buen gusto, que por la pinta que yo tenía, mi compañía seguro que era grata. Y eso fue lo que pasó, esa expresión fue la que vi cuando me saludó.

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